Detrás de la historia de los pequeños ladrones del Trocadéro, un caso de trata de personas


Era la primavera de 2021. Como surgidos de la nada, bandas de jóvenes, calificados de hiperviolentos, causaban estragos en el Trocadéro, robando a turistas y transeúntes, a veces bajo amenaza de un cuchillo o una botella rota. En aquel momento, aterrorizados por esta explosión de violencia en este barrio turístico normalmente bullicioso pero no peligroso, las autoridades públicas y los medios de comunicación describieron a los responsables, adolescentes marroquíes indocumentados, como polidrogas, delincuentes abandonados a su suerte. Menos de tres años después, surge otra versión de los hechos: los niños fueron incitados a consumir psicofármacos por un grupo de adultos que luego los obligaron a cometer robos.

Los días 14, 15, 19 y 20 de diciembre, seis ciudadanos argelinos acusados ​​de introducir drogas a decenas de menores entre enero de 2021 y junio de 2022 comparecerán ante el Tribunal Penal de París por “tráfico de seres humanos agravado”. También están siendo procesados, con un séptimo acusado, por “encubrimiento de hurto” y por “tráfico de medicamentos y estupefacientes”. Entre sus víctimas, ninguna tenía más de 17 años en el momento de los hechos. El más pequeño tenía 8 años.

A estos adultos les bastó con aparecer al pie de la Torre Eiffel y mirar a su alrededor para encontrar a sus presas: niños morenos, flacos, con la cara destrozada, pantalones de jogging sucios, sandalias o zapatillas con agujeros, y la mirada aturdida de los que estaban encontrarlos donde les prometieron que la vida sería buena y que no han encontrado su El Dorado. “Cuando llegué a la estación de Montparnasse, lo único que conocía era la Torre Eiffel, así que pregunté dónde estaba”. Mohammed dijo a los investigadores.

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Los inmigrantes, una “reserva de mano de obra”

Nacido en Tetuán, al norte de Marruecos, en 2011, cruzó el Mediterráneo para probar suerte en París. Había visto, como sus amigos, vídeos en YouTube en los que marroquíes de su edad inventaban una vida de ensueño en París; hablan de sus últimas consolas de juegos y de su ropa de diseñador, de sus «excursiones» en Europa y su gran libertad. Los niños como Mohammed no son huérfanos: abandonan a sus familias voluntariamente y cruzan las fronteras y el Mediterráneo ilegalmente.

Al llegar a Francia a la edad de 10 años, Mahoma cayó inmediatamente en manos de pequeños delincuentes que se presentaron como protectores. Estos hombres son tranquilizadores para estos jóvenes que llegan a Europa, sin puntos de referencia: hablan árabe, se ofrecen a alojarlos y encontrarles trabajo, los guían por París. En realidad, estos adultos ven en estos niños una “gran reserva de mano de obra”, en palabras de los investigadores.

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