En el juicio del atentado de Niza, una escalofriante inmersión en la intimidad de una familia destrozada por la muerte de un niño


Hay días de audición de los que sales imbuido de una tristeza infinita, que nubla tus sentidos y parece no querer disiparse jamás. En los juicios por asesinatos en masa, no es tanto el recuento de muertos, la violencia de los disparos o incluso las imágenes de horror que tienen el poder de llevarte tan lejos en la oscuridad. Estas son las palabras de los que quedan. Quizás porque dan acceso a la intimidad de las víctimas y despiertan ecos en quienes las escuchan. No estábamos seguros de querer escuchar esta historia, ni tampoco de querer escribirla.

Esta historia es la de la familia B. Una familia desgarrada por la muerte de un hijo, una esperanza enloquecedora y un dolor insuperable. Son cuatro, el miércoles 21 de septiembre, que han venido a presentar su parte de esta pesada historia en el juicio por el atentado perpetrado el 14 de julio de 2016 en Niza. Los padres, primero: Marie-Claude, de 50 años, y Jacques, de 61, estaban en la Promenade des Anglais esa noche para ver los fuegos artificiales con sus hijas gemelas, Laura y Audrey, que entonces tenían 13 años. Sus otros dos hijos, que testificarán después de ellos, Lucie, la mayor, de 19 años, y Nicolás, de 16, se habían quedado en casa.

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Temprano en la mañana, después de una noche de vagar entre los cadáveres en busca de su hija, los padres llegaron a casa sin Laura. Durante tres días, la familia se aferró a la loca esperanza de que la gemela de Audrey estuviera viva. No fue sino hasta el 17 de julio que supieron que había muerto bajo las ruedas del camión. Todos rememorarán en la barra una faceta de la pesadilla despierta que vivió la familia durante estos tres días, que entendemos la ha fracturado profundamente. La gemela de Laura, Audrey, no apareció en el estrado el miércoles. Se escuchará, por separado, otro día. «¿Por qué no está ella aquí?» Es su elección… dijo la madre. Desde hace cinco años nuestra familia está destrozada, ha sido difícil comunicarse, ha sido muy difícil…”

«Siento que estoy soñando»

El 14 de julio de 2016, Laura y Audrey habían pasado la tarde de compras con su madre. Cuando llegaron a casa, se cambiaron la ropa nueva, como hacían a veces: “Los gemelos tienden a cambiar de identidad por diversión”, explica la madre al juzgado esbozando una sonrisa. Cuando el padre llegó a casa del trabajo, escuchó desde el umbral “que había alegría dentro”. Cuando abre la puerta, «La primera en llegar es Laura, me abraza y me dice que me ama»recuerda, agarrado al escritorio de la sala de lo penal, que sacude con todo su cuerpo: “Sigo temblando cuando hablo de ella…”

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