“Es reconectando con el espíritu de justicia que saldremos de la actual crisis de pensiones”


Il mes de febrero de 2023 puede pasar a la historia como el mes en que India superó en población a China, cuya población se espera que alcance los 700 millones para 2100, según Naciones Unidas. También podríamos centrarnos en el terremoto que acaba de asolar Turquía y Siria, en una región devastada por las guerras y los intereses petroleros, o en las consecuencias del calentamiento global en Pakistán o el Sahel, o incluso en las flagrantes insuficiencias de las sanciones contra los oligarcas rusos y apoyo a Ucrania. En cambio, ¿de qué estamos hablando en Francia? De una reforma de las pensiones profundamente injusta y desvinculada de la realidad, cuando tendríamos mucho mejor que hacer para prepararnos para el futuro, como debatir un ambicioso plan de renovación energética, un programa de inversión en formación y finalmente mirar hacia arriba, y pronto.

Para afrontar grandes desafíos como el envejecimiento, es ciertamente inevitable que se convoque a todo el mundo. Aún así, tiene que hacerse de la manera correcta. Sin embargo, solo hay una manera de tratar de convencer al público de que la reforma es justa: debe demostrarse que el esfuerzo requerido representa una mayor proporción de ingresos y bienes para los más ricos que para los más pobres. Si rechaza cualquier principio de esta naturaleza, no sólo le está dando la espalda a más de un siglo de debates y prácticas políticas encaminadas a construir estándares colectivos de justicia fiscal, sino que, sobre todo, se está colocando en una situación extremadamente frágil para definir cuál es su propio estándar de justicia.

El poder ya no tiene opción

Desde este punto de vista, los documentos presentados por el gobierno para defender su proyecto son particularmente pobres. Simplemente sabemos que aumentar la edad y el período de cotización supondrá 17.700 millones de euros anuales en 2030, sin desglose por nivel de renta ni por clase social o profesión. Y por una buena razón: si el gobierno presentara estas cifras, inmediatamente nos daríamos cuenta de que los más ricos cotizan a una tasa significativamente menor que la de las clases medias y los más pobres.

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La razón es simple. Elevar la edad legal a los 64 años no tiene, por definición, ningún impacto en los ejecutivos más cualificados y de alto nivel: si empezaste a trabajar a los 22 o 23 años, ya debes cotizar 42 anualidades (próximamente 43) y por tanto esperar hasta los 64 o 65 años para tener una pensión completa. La aceleración del paso a las 43 rentas vitalicias afectará sin duda a una parte de este colectivo (solo a los mayores de 50 años), pero mucho menos a los trabajadores y empleados, que empezaron a trabajar a los 19 o 20: a estos últimos también les costará la postergación de la mayoría de edad y necesitarán tener 44 anualidades para una jubilación completa (ya veces 45 o más, diga lo que diga el gobierno), aunque son los que menos esperanza de vida tienen y financian la jubilación de los ejecutivos.

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