Isabel II, la reina que amaba los autos


El reinado de Isabel II se habrá parecido a un desfile ininterrumpido de carros ceremoniales. En la parte trasera de los suntuosos Bentley, Rolls-Royce, Jaguar y otras limusinas Daimler, la Reina sirvió celosamente a la gran tradición del lujo automotriz británico. Más allá de la consideración debida a su rango, la soberana también tenía una relación especial con los automóviles.

Su mirada era la de un esteta, pero lo que más amaba era conducir. En julio de 2021, a la edad de 95 años, se puso al volante de su fiel Range Rover gris oscuro, reconocible por la mascota del labrador curiosamente pegada en medio del capó, para ir al Royal Windsor Horse Show para verla correr allí. .sus caballos.

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Durante la infancia de Elizabeth, el automóvil nunca estuvo lejos. De niña, ella y su hermana recibieron como regalo una Citroënette, un carrito infantil de 1926, hecho en francia. Se trata de una réplica del Citroën C4 propulsado por un motor eléctrico y que puede alcanzar los 15 kilómetros por hora. El juguete pasará al Príncipe Carlos. Para su cumpleaños número 18, la princesa recibe un Daimler DB18 de su padre, el rey Jorge VI.

Preferencias eclécticas

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, la futura reina se desempeñó como paramédica en el Servicio Territorial Auxiliar, donde adquirió una sólida cultura en mecánica. Sabe desmontar una rueda, ajustar el avance del encendido, hundir las manos en la grasa y llevar el volante de ambulancias algo rústicas. Al regresar a la vida civil, no tendrá que aprobar la licencia de conducir, un documento emitido a nombre del soberano. Este es un privilegio del monarca, que tampoco está obligado a tener pasaporte.

El monarca habrá homenajeado a la élite de la producción nacional, comenzando por el rollizo Rolls-Royce Phantom IV de 1954, pesado de 3 toneladas

En los años posteriores a su acceso al trono, muchas fotos la muestran sentada al volante, con sus hijos en la parte de atrás. Después de la guerra, con el auge del empleo femenino, el coche también fue un instrumento de emancipación para la mujer. El soberano revela una debilidad por el Daimler Regency Express, pero al verse comprometido el jefe del fabricante en un caso de evasión de impuestos, la marca perdió repentinamente su aura dentro de la familia real.

Isabel muestra entonces preferencias eclécticas, pero estrictamente patrióticas. Ella honra a la élite de la producción nacional, comenzando con el rollizo Rolls-Royce Phantom IV de 1954, pesado de 3 toneladas, que embarcamos en el yate Britania acompañarla en sus giras por la Commonwealth. También la vemos conduciendo modelos menos lujosos como un Vauxhall Cresta Estate con el que le gusta ir de caza a su terreno o sacar a pasear a sus corgis.

Por otro lado, presta poca atención a los modelos populares. Pierre Dreyfus, el presidente de la empresa Renault, le regala un Dauphine azul claro cuando visita la fábrica de Acton. La bienvenida es educada. El Austin Mini, un vehículo revolucionario perdido en medio de una producción inglesa infinitamente conservadora, apenas lo inspira.

Impresionante colección de vehículos.

El terreno favorito de Elizabeth es todoterreno. En realidad, ella es mucho más Land Rover, el equivalente inglés del Jeep, que Bentley o Rolls-Royce. ¿Su montura favorita? Un Defender 110 turbodiésel, una máquina campestre que sacude a sus ocupantes sin miramientos pero que puede atravesar los peores baches, casi trepar a los árboles y, por lo general, termina cubierto de aguanieve. A la soberana se le ocurre embarcar a bordo de su Land –todos ellos equipados con asientos calefaccionados– ciertos distinguidos invitados para un safari de descubrimiento a través de su propiedad escocesa de Balmoral.

Algunos lo recordarán durante mucho tiempo, como el ex primer ministro David Cameron (2010-2016), quien describe a un conductor intrépido. O el príncipe Abdullah, que probablemente nunca había sido conducido por una mujer (entonces se le prohibió conducir en Arabia Saudita) y, según un diplomático británico, «aterrorizado» por el desempeño de su anfitrión. Disfrutaba corriendo por senderos empinados que conocía de memoria.

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Celebrado como un auténtico entusiasta del coche (amante de los coches) por el poderoso Real Automóvil Club, Isabel II habrá acumulado, durante su reinado, una impresionante colección de vehículos valorada, en 2017, en 10 millones de libras (11,5 millones de euros, al curso actual). Fue gracias a ella, durante su visita oficial a Francia en 1992, que la limusina presidencial SM encargada por Georges Pompidou fue vista desfilando por París por última vez. Este famoso descapotable, que venía acumulando polvo desde la década de 1980, fue exhumado de los garajes de la República para cumplir con el protocolo, que exige que la pareja real se presente en un auto descubierto.



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