La narración salvará la Tierra


imagina el mundo 4,4 °C más caliente que los niveles preindustriales a finales de este siglo. Esa fue una de las predicciones del sexto informe de evaluación del IPCC para escenarios con un aumento constante de las emisiones o una acción climática inmediata. Pero a menos que haya estudiado detenidamente los modelos climáticos y comprenda la complejidad de los puntos de inflexión a la perfección, es poco probable que pueda visualizar este resultado e imaginar realmente la gravedad de lo que está por venir.

Ahora imagine a Timothy, que vive con sus nietos en la isla de Walande, un pequeño punto de tierra frente a la costa este de la isla de Malaita del Sur, parte de las Islas Salomón. Desde 2002, los 1.200 habitantes de Walande abandonaron sus hogares y se mudaron fuera de la isla. Solo queda una casa: la de Timothy. Cuando se les pregunta a sus antiguos vecinos sobre los motivos de Timothy, se encogen de hombros con indiferencia. “Es terco”, dice uno. “Él no nos escuchará”, dice otro. Todas las mañanas, sus cuatro nietos pequeños toman la canoa hacia el continente, donde van a la escuela, mientras que Timothy pasa el día agregando rocas a la pared alrededor de su casa, tratando de contener el agua por un poco más de tiempo. “Si me mudo al continente, no puedo ver nada a través de los árboles. Ni siquiera veré el agua. Quiero tener este lugar donde pueda mirar a mi alrededor. Porque soy parte de este lugar”, dice. La suya es una historia que transmite poderosamente la soledad y la pérdida que ya está causando 1,1 grados de calentamiento antropogénico.

La crisis ambiental es una de consumo excesivo, emisiones de carbono y codicia corporativa. Pero también es una crisis de falta de comunicación. Durante demasiado tiempo, los datos duros enterraron a los ambientalistas en una cámara de eco, pero en 2023, la narración de historias finalmente permitirá una respuesta global unida a la crisis ambiental. A medida que esta crisis empeore, dejaremos de comunicar la crisis climática con hechos y estadísticas; en su lugar, utilizaremos historias como la de Timothy.

A diferencia de los números o los hechos, las historias pueden desencadenar una respuesta emocional, aprovechando el poder de la motivación, la imaginación y los valores personales, que impulsan las formas más poderosas y permanentes de cambio social. Por ejemplo, en 2019, todos vimos las imágenes de la catedral de Notre Dame en llamas. Tres minutos después de que comenzara el incendio, las imágenes del incidente se transmitieron a nivel mundial, lo que provocó una respuesta inmediata de los líderes mundiales. Ese mismo año, la selva amazónica también se quemó, arrojando humo que se extendió a lo largo de 2000 millas y quemando más de un campo y medio de fútbol de selva tropical cada minuto de cada día; los principales medios de comunicación tardaron tres semanas en informar esa historia. ¿Por qué el incendio de Notre Dame justificó respuestas tan rápidas a nivel mundial, cuando los incendios del Amazonas no lo hicieron? Aunque es solo una hermosa variedad de piedra caliza, plomo y madera, le damos un significado personal a Notre Dame, porque tiene una historia que conocemos y con la que podemos relacionarnos. Eso es lo que impulsó a la gente a reaccionar, mientras que el hecho de que el Amazonas estuviera en llamas no provocó nada.

La narración nos permite dar sentido al mundo. La investigación de una multitud de campos sugiere que las estructuras de la historia coinciden con los mapas neuronales humanos. ¿Qué tienen en común una madre amamantando, un abrazo de una amiga y una historia? Todos liberan oxitocina, también conocida como la droga del amor. Y es poderoso: en un estudio realizado por el neurocientífico Paul Zak, los participantes que recibieron oxitocina sintética donaron un 57 % más a la caridad que los participantes que recibieron un placebo. Del mismo modo, escuchar información en forma narrativa da como resultado una mayor probabilidad de comportamiento prosocial.

El poder de las historias se puede aprovechar para siempre. Por ejemplo, en 2005, el Instituto Internacional de Investigación del Arroz utilizó una radionovela llamada Historia de la Patria persuadir a millones de productores de arroz en Vietnam para que dejen de rociar sus cultivos con insecticidas dañinos. Los agricultores que escucharon la serie tenían un 31 por ciento menos de probabilidades de rociar sus cultivos que aquellos a quienes simplemente se les dijo que no lo hicieran.

En 2017, un video viral y espantoso que detallaba la historia de una tortuga marina con una pajita de plástico atrapada en la nariz obligó a la ciudad estadounidense de Seattle, Washington, a la primera ministra británica Theresa May y a varias aerolíneas y compañías globales como Starbucks a comprometerse a eliminar pajitas de plástico.

Por eso, en 2023, una mayor conectividad global facilitará la difusión de historias de personas y animales en la frontera de la crisis ambiental. A través de diversas formas de arte y medios, serán estas historias las que finalmente nos convencerán de que la emergencia climática no es una crisis intangible que afecta a las generaciones futuras, sino un problema sobre el que todos, individual y colectivamente, debemos actuar ahora.



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