La Sra. Davis enfrenta a una monja contra una IA parecida a Dios: «¿Qué tan cerca estamos de que la IA diga que es Jesús?»


Basta decir Sra. Davis es una empresa televisiva ambiciosa y, en ocasiones, confusa. Afortunadamente uno de sus creadores, Damon Lindelof (Perdido, vigilantes), tiene un discurso de ascensor bastante simple: «Monja contra IA: ¿A quién tienes?»

Como señala cuidadosamente el material promocional de Peacock para su programa, la monja en cuestión no es la Sra. Davis sino la hermana Simone (Gilpin). Acosada por una infancia (literalmente) dolorosa, Simone se puso el hábito de monja para vivir una vida de tranquila contemplación, honrando a Dios y haciendo conservas de mermelada en su convento en el desierto del oeste de Estados Unidos. Mientras Simone se aislaba de la sociedad, la humanidad encontró una nueva inteligencia artificial similar a Siri o Alexa de la que enamorarse.

La entidad algorítmica, conocida por el apodo de matrona “Mrs. Davis”, afirma haber resuelto todos los problemas de la humanidad. La guerra ha terminado, todos están alimentados y todo lo que queda es instalarse en una vida de descanso y relajación… siempre y cuando no pierdas de vista tu teléfono para enterarte de la próxima «búsqueda» de la Sra. Davis que podría ganarte tus «alas».

Por muy alto concepto que suene la premisa de Deus v. Machina, eso es solo rascar la superficie de la locura. Sra. Davis tiene reservada para los espectadores. Los primeros dos episodios de la serie incorporan enormes giros aparentemente cada minuto, la magia al estilo de un showman de Las Vegas (Teller of Penn & Teller actuó como consultor en el programa) e incluso un tono inesperado de western y payasadas.

“Es ‘No Country for Old Looney Tunes’ de la mejor manera”, dice Gilpin.

A través de todo, sin embargo, está el tema central de la ciencia frente a la fe. Faith ha tenido una presencia constante a través del aclamado trabajo televisivo anterior de Lindelof como Perdido, Los restosy vigilantes. Pero nunca ha cobrado tanta importancia como aquí. Sin duda, parte de eso se debe al cambiante panorama tecnosociológico.



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