La start-up Angell elegida por el grupo BMW para diseñar las motos eléctricas de Mini


Marc Simoncini tiene la costumbre de decir que Angell, su marca de bicicletas eléctricas conectadas de alta gama, es su última puesta en marcha y que quiere tomarse su tiempo para encontrar el modelo de negocio adecuado. El fundador del sitio de citas Meetic, inversor en multitud de start-ups (Devialet, Winamax, Sensee, etc.), en realidad no tuvo elección: el Covid-19 complicó el desarrollo de su bicicleta, lanzada en 2019, y la empresa no oculta sus fracasos.

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Recordó las primeras bicicletas Angell que salieron al mercado para corregir los defectos de las baterías, antes de devolverlas a sus dueños. También se toma su tiempo para la internacionalización, a diferencia de las start-ups anglosajonas que recaudan mucho más fondos y se lanzan a conquistar varios mercados a la vez. «No tenemos la misma facilidad en Francia para levantar capital»anota la empresaria de cabello canoso.

Está haciendo otra apuesta para dar un impulso internacional a su marca. Angell fue elegido por BMW Group “para apoyar a Mini en su estrategia eléctrica”. Es un acuerdo global por cinco años. La empresa francesa diseñará y fabricará bicicletas eléctricas Mini, con los equipos de diseño del fabricante. El razonamiento de este último es simple: dado que sus clientes se están volviendo eléctricos y están renunciando al segundo automóvil en favor de la bicicleta, ¿por qué no venderles uno con el Mini?

Tanto para los puristas

Lado Angell, la elección no es obvia. “Nos dijimos que teníamos que salir del discurso y la postura anti-coche que suelen tener los especialistas en bicicletas y los ciclistas”, reconoce John Mollanger, CEO de Angell. Tanto para los puristas. Para ganar este contrato, la start-up respondió a una convocatoria de proyectos del fabricante alemán, que está muy involucrado en las discusiones sobre movilidad urbana.

La fabricación local de bicicletas Angell, ensambladas por el grupo SEB en su fábrica de Is-sur-Tille (Côte-d’Or), cerca de Dijon, conquistó al grupo BMW. Está en el corazón del proyecto de Marc Simoncini: «producir lo más cerca posible de donde vendemos» y por cierto, «hacer de Francia el gran país del ciclismo que fue» en un momento en que el mercado está explotando. Sin embargo, aún no lo ha logrado realmente.

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Imposible, dice, encontrar pedales “made in France”, así que los compra en Taiwán. Las bicicletas Angell tampoco tienen frenos franceses. Angell también se ha embarcado en un doble giro estratégico: ampliar su gama de bicicletas y especialmente su modo de distribución, que dejará de basarse únicamente en la venta online. La marca está construyendo una red de treinta y cinco revendedores en Europa, multimarca y de alta gama. Y, actualmente, sus responsables rondan los inversores para captar 25 millones de euros.



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