Lo siento, PIB. Hay otras formas de medir el valor de una nación


El 3 de junio, 2022, cuando los miembros de las Naciones Unidas se reunieron para celebrar el 50.º Día Mundial del Medio Ambiente, el secretario general Antonio Guterres dijo que era hora de evitar el uso del producto interno bruto como medida de fortaleza económica, ya que recompensa la contaminación y el desperdicio. “No olvidemos que cuando destruimos un bosque, estamos creando GPD”, dijo. “El PIB no es la forma de medir la riqueza en la situación actual del mundo. En su lugar, debemos cambiar a una economía circular y regenerativa”.

Hablar de reemplazar el PIB como indicador de desempeño no es nuevo. Esta medida económica, que se define como el valor de mercado total de los bienes y servicios producidos dentro de un país, fue desarrollada en 1934 por el economista Simon Kuznets como una métrica de tiempos de guerra diseñada para ayudar a los gobiernos a determinar cómo pagar los tanques y los aviones de combate. Nunca tuvo la intención de ser una medida para el bienestar social. Economistas como Diane Coyle, Amartya Sen y Joseph Stiglitz lo han descartado como anticuado e imprudente, ya que ignora las dimensiones del bienestar social como la desigualdad y el aire limpio.

En medio de la tormenta perfecta de las crisis alimentaria y energética, en 2023 los políticos de todo el mundo finalmente comenzarán a adoptar indicadores económicos alternativos. Por ejemplo, China ha defendido durante mucho tiempo la llamada civilización ecológica, estableciendo objetivos explícitos para la naturaleza y el uso de los recursos. En julio de 2022, su Politburó sorprendió al mundo cuando no mencionó la meta de crecimiento en un comunicado posterior a su reunión económica trimestral. Diario de Chinaun portavoz oficial del gobierno, también insinuó un cambio probable, planteando la idea de la necesidad de un nuevo «medidor de desarrollo» y de indicadores adicionales como el empleo y la estabilidad de precios.

China no está sola. Un documento del Ministerio de Economía alemán del año pasado consideró abiertamente agregar nuevos indicadores de bienestar, incluida la igualdad en las regiones locales, así como la sostenibilidad, el empleo, la participación y la seguridad social. El Marco de estándares de vida de Nueva Zelanda, desarrollado por el Tesoro, incluye un tablero que mide una variedad de indicadores de bienestar y está integrado como el principio organizador de su presupuesto nacional.

Una idea planteada por muchos economistas es reemplazar el PIB con otra métrica compuesta. Un ejemplo citado a menudo ha sido el Índice Nacional de Felicidad de Bután, consagrado en su Constitución, que abarca la salud psicológica, el nivel de vida, la vitalidad de la comunidad y la resiliencia ambiental.

El Índice de Riqueza Inclusiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente tiene indicadores que resumen el valor social de los activos económicos, humanos, producidos y naturales para evaluar si los países se están desarrollando de manera sostenible. Casi 140 países no alcanzan un estándar aceptable.

El índice Better Life de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos utiliza indicadores que van desde la asequibilidad de la vivienda hasta el equilibrio entre el trabajo y la vida y la contaminación del aire.

En 2023, mientras el mundo se enfrenta a un colapso climático y una recesión económica sin precedentes, la lucha por alternativas al PIB comenzará en serio. Navegar por la política conflictiva de este cambio será complicado, ya que los críticos los verán como intentos de despojarse de responsabilidades. Pero, en última instancia, el propósito de los nuevos indicadores económicos será brindar mejores resultados para las personas, y habrá mucha ira si los formuladores de políticas se quedan cortos.



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