«Mussolini es el inventor de lo que ahora llamamos populismo»


min octubre de 1922, Benito Mussolini marchó sobre Roma y llevó el fascismo al poder. Cien años después, la victoria electoral de la derecha posfascista recuerda a una segunda marcha sobre Roma. Este es, en mi opinión, un pensamiento que debe resistirse.

No debemos ceder al encanto de esta comparación histórica, no sólo porque el fascismo del siglo XXmi siglo, con su partido armado nacido de las trincheras de la Primera Guerra Mundial, es un fenómeno único en la Europa occidental contemporánea, pero también porque esta analogía nos impide ver qué de ese pasado sobrevive en el presente, qué, Mussolini, sino el fascismo , ha llegado hasta nosotros.

Por mi parte, creo que la actualidad de Mussolini se basa en sus intuiciones acerca de lo que deviene la política en la era de las masas, era que entonces comenzaba y que hoy llega a su fase de madurez. Intuiciones que hacen de Mussolini no sólo el fundador del fascismo, sino también, y sobre todo, el inventor de lo que solemos llamar hoy, a menudo vagamente, populismo.

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Según esta lectura, Mussolini, repensado en una perspectiva histórico-cultural centrada en nuestro presente, sería el padre del populismo. Más que la violencia fascista, esta mirada retrospectiva se centra en su poder de seducción, nos obliga a reconocer que mientras el fascismo violaba a Italia con una mano, con la otra el populismo inherente a él seducía a los italianos.

Identificación de las personas con el cuerpo del líder

“Yo soy el pueblo. La gente soy yo. » Tal es el primer postulado del populismo de Mussolini, que lleva la personalización de la política al calambre mental, a la mitificación indiferente a todo lo que demuestre lo contrario. La identificación total del líder y el pueblo –y del pueblo con el cuerpo del líder, que establece con él una comunicación afectiva, irracional en el sentido de prerreflexiva– crea un aparato de poder altamente conflictivo que opera a través de protocolos de exclusión y de persecución, alimentada por la ideología nacionalista (o soberanista): el que no está conmigo está contra mí, es decir contra el pueblo, un intruso en el pueblo, un extraño en la patria, un invasor instalado en el territorio nacional, anti -Italiano (o antifrancés, antiamericano, etc.). El dispositivo, que constantemente se alimenta de nuevos enemigos, está listo para atacar a nuevos disidentes y luchadores de la resistencia, pero también a individuos y grupos que simplemente son » diferentes «. El aparato populista del fascismo histórico aplastó a una amplia gama de sujetos, desde los socialistas italianos a principios de la década de 1920, a quienes la propaganda fascista tildaba de invasores extranjeros que traían la “Peste asiática” porque se inspiraron en la revolución rusa, hasta los judíos italianos a fines de la década de 1930.

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