La violencia sexual es un arma de guerra indestructible que se utiliza estratégicamente para la opresión en muchas guerras. Durante mucho tiempo se consideró un daño colateral inevitable. Ahora las mujeres luchan por sus derechos.
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De eso trata el documental
“Simplemente dejas de ser humano”, dice Irina, tragando vacío. Lo que ella y miles de mujeres ucranianas han estado experimentando desde el estallido de la guerra es difícil de expresar con palabras e imposible de entender. El tiempo cura todas las heridas, dicen. María niega con la cabeza. Lleva treinta años intentando olvidar lo que le hicieron los miembros de las milicias tutsis durante el genocidio en Ruanda, pero en vano. Durante años odió a su hijo porque por sus venas corre la sangre del perpetrador.
La violencia sexual, que se utiliza estratégicamente para la opresión en muchas guerras, se ha considerado durante mucho tiempo un daño colateral inevitable. Pero la violación masiva es más que un simple delito individual. Los perpetradores están tratando de romper el núcleo más íntimo de una sociedad. Para las mujeres afectadas, el acto de violencia real suele ser sólo el comienzo de décadas de martirio.
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