Puigdemont desvela sus condiciones para una alianza de gobierno en España


Los catalanes exiliados piden una amnistía general para los separatistas catalanes. Pero los expertos discuten sobre si la Constitución española lo permitiría siquiera. No hay regulaciones claras.

Carles Puigdemont quiere aprovechar el «momento histórico» para su partido.

Ángel García/Bloomberg

La democracia española alguna vez comenzó con una amnistía política. En 1977 se firmó el llamado “pacto del olvido”, por el que no se investigaban los crímenes cometidos durante la dictadura de Franco y no se exigía responsabilidad a sus autores. Sólo con una ley de amnistía así, se creía en ese momento, podría comenzar una nueva era política en España.

Pasó casi medio siglo antes de que el tema de la amnistía volviera a ser relevante. Esta vez se trata de la complicada situación en Cataluña y el estancamiento político en el parlamento, que ha complicado hasta ahora la formación de un gobierno. Después de las elecciones del 23 de julio, ni la derecha ni la izquierda tienen la mayoría necesaria para nombrar un jefe de gobierno.

A menos que uno de los bandos pueda asegurarse el apoyo del partido separatista catalán Junts per Catalunya. El partido del ex primer ministro catalán Carles Puigdemont tiene siete representantes en el Parlamento español y es esencial para poner fin al estancamiento en la Cámara de Diputados española.

Puigdemont es consciente de su papel de hacedor de reyes y ahora ha explicado por primera vez las condiciones en las que su partido entraría en una alianza de gobierno.

Pidió una amnistía general y el fin de todos los procedimientos judiciales para los partidarios de la independencia catalana, que fueron perseguidos por la justicia española tras la votación inconstitucional de octubre de 2017 y que todavía tienen casos pendientes a día de hoy. Según Junts, además del propio Puigdemont, unas 600 personas se verían afectadas por la amnistía, y la organización de derechos civiles Omnium habla incluso de 1.000 catalanes.

Los conservadores hablan de chantaje

«Nuestro referéndum no fue un crimen, como tampoco lo fueron las manifestaciones multitudinarias por la independencia de nuestra región», afirmó Puigdemont al presentar sus demandas en Bruselas, donde vive exiliado desde hace seis años. Este es un momento histórico que debemos aprovechar.

Sus palabras estuvieron dirigidas no sólo al presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, sino también al líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo. Su conservador Partido Popular (PP) obtuvo la mayor cantidad de votos en la última votación, por lo que Feijóo quiere presentarse como candidato al cargo de primer ministro en el Parlamento a finales de septiembre.

Pero al bloque de derechas todavía le faltan cuatro votos para alcanzar la mayoría absoluta, por lo que Feijóo anteriormente estuvo dispuesto a reunirse con representantes del partido de Puigdemont, hasta que conoció las exigencias de Puigdemont. Feijóo canceló una reunión con Junts y dijo que su partido no haría chantajes. Esto despeja el camino para que Pedro Sánchez forje una alianza.

Los socialistas se mostraron cautelosamente optimistas tras la comparecencia de Puigdemont. Al menos el catalán hizo una oferta constructiva para negociar y no insistió de inmediato en un nuevo referéndum sobre la separación de su región de España. Esto habría significado que cualquier negociación habría estado condenada al fracaso desde el principio, ya que los referendos son inconstitucionales en España. Por eso, un nuevo referéndum es una línea roja para Sánchez que no puede cruzar.

Pero también es un tema controvertido la necesaria amnistía general, para la cual primero debe promulgarse una ley correspondiente. A diferencia de los indultos, no están contemplados explícitamente en la Constitución española. Por tanto, las opiniones de los expertos varían ampliamente. Para el abogado constitucionalista Xavier Arbós de la Universidad de Barcelona, ​​la amnistía exigida por Puigdemont no es constitucional.

Los indultos individuales son ciertamente posibles, pero no una amnistía general. Viola la base constitucional de igualdad de trato para los delincuentes condenados e impide que la ley se aplique realmente, dijo Arbós en la radio española RTVE.

Gemma Ubasart, ministra de Justicia de Cataluña, opina lo contrario. La crisis de Cataluña es un problema político y debe resolverse políticamente y no legalmente, como ha sido el caso hasta ahora, y una amnistía es exactamente el instrumento adecuado para ello. En un editorial del diario «El País» confía en que habrá mayoría en el Parlamento.

A Sánchez le espera un paseo por la cuerda floja

El hecho de que habrá negociaciones con Puigdemont se considera una conclusión inevitable en España. Sánchez aseguró a principios de semana que se llegaría a un acuerdo para formar gobierno.

Pero los socialistas tienen que caminar sobre la cuerda floja, porque incluso dentro de sus propias filas se enfrentan a vientos en contra. El ex presidente del gobierno Felipe González y otros dirigentes del partido apelaron a Sánchez para que no responda a la demanda de amnistía. No es constitucional. Durante sus años en el poder, entre 1982 y 1996, el propio González aprobó dos amnistías importantes: pero sólo para los evasores de impuestos.



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