Reforma de las pensiones: el Consejo Constitucional en el papel de árbitro


Sobre la pesada puerta de entrada, una esfinge esculpida, que habla al mismo tiempo de poder, impasibilidad y secretismo. Luego la escalera principal, que conduce a la sala de deliberaciones, en el primer piso del ala Montpensier del Palais-Royal, donde se instaló el Consejo Constitucional al día siguiente de su creación, en 1958. Es en esta sala silenciosa, en azul y tonos dorados, que el presidente, Laurent Fabius, y los ocho miembros de la institución deliberarán sobre la delicada reforma de las pensiones. Antes de hacer pública su decisión el viernes 14 de abril.

Los nueve jueces constitucionales tendrán que decir si el texto del Gobierno, cuya medida bandera (el aplazamiento de la edad legal de jubilación de 62 a 64 años) cristaliza toda la oposición, es constitucional. Hace ocho días, diputados y senadores de izquierda, y diputados de la Agrupación Nacional, interpusieron tres recursos contra el texto.

Estos políticos de la oposición critican el vehículo escogido por el Gobierno para su reforma, un proyecto de ley de reforma de la financiación de la Seguridad Social (PLFSSR), a través del artículo 47.1 de la Constitución, que permitía examinar el texto en un tiempo limitado. Esta fue aprobada sin votación el 16 de marzo, gracias al artículo 49.3 de la Constitución. También acusan al ejecutivo de haber producido información «insincero» multiplicando las declaraciones contradictorias sobre varios puntos de la reforma, el monto de la pensión mínima, en particular.

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Tomando la iniciativa, la Primera Ministra, Elisabeth Borne, también asumió la jurisdicción sobre esta ley, “en vista de la importancia de la reforma que conlleva”, especifica la secretaria general del Gobierno, Claire Landais, en una carta dirigida a Laurent Fabius, el 21 de marzo. El Consejo también debe pronunciarse sobre la admisibilidad de la solicitud de referéndum de iniciativa compartida (RIP) presentada por 252 parlamentarios de la oposición.

Presión intensa

La presión es intensa sobre sus nueve miembros, designados por el Presidente de la República y los Presidentes de la Asamblea Nacional y del Senado. «Una cancelación [de la loi] ofrecería una salida de la crisis para todos”, quiere creer -y no es el único- el diputado (Partido Socialista, PS) Boris Vallaud, según el cual esta decisión también incluye una «dimensión existencial» para la institución del Palais-Royal.

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En 2006 había sido objeto de una presión similar, mientras se endurecían las manifestaciones contra la ley de igualdad de oportunidades y el primer contrato de trabajo (CPE) de Dominique de Villepin. El Consejo había declarado el texto conforme a la Constitución, “si bien podría haber ayudado al gobierno que lo censuramos”, reconoce hoy la socióloga Dominique Schnapper, que participó en la deliberación. Atascado, Jacques Chirac había promulgado la ley con calma, pero exigió que no se aplicara.

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