Reforma de pensiones: a pesar de las fuertes protestas, Emmanuel Macron se mantiene firme en sus botas


Emmanuel Macron no es un hombre acosado por la amargura. A veinticuatro horas de una nueva jornada de movilización contra la reforma de las pensiones, aprobada, sin votación por la Asamblea Nacional, a través del artículo 49.3 de la Constitución, el Jefe de Estado se pronunció durante una entrevista en el noticiero televisivo de las 13 horas en TF1 y Francia. 2, miércoles 22 de marzo. A pesar de la tormenta política y social que atraviesa el poder, asume sus elecciones, sin pestañear. “No me arrepiento, vivo de voluntad, de tesón”, explicó el Presidente de la República, bravata.

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El enfado de la calle no cede. El frente de los sindicatos no se agrieta. La frustración del Parlamento y parte de la mayoría no disminuye. Pero nada parece capaz de romper el hilo del quinquenio. “No tenemos derecho a parar ni a quedarnos quietos”pica el Jefe de Estado, dando vuelta la página de la censura a la que el gobierno se acercó por nueve votos, dos días antes. «El lunes se demostró que no había una mayoría alternativa», él evacua.

Por tanto, entrará en vigor el texto impugnado, que prevé la elevación de la edad legal de jubilación de los 62 a los 64 años. «a finales de año»salvo censura parcial o total del Consejo Constitucional. «No hay 36 soluciones»justifica Emmanuel Macron, martillando que la reforma es » necesario « para asegurar el equilibrio del esquema de reparto. Despojado de todo deseo de reelección -impedido, de facto, por la Constitución-, se presenta como garante de «los mejores intereses de la nación» frente a oposición considerada irresponsable y sindicatos marcados por la mala voluntad.

“La fórmula mágica que implícitamente es el proyecto de todas las oposiciones y de todos los que se oponen a esta reforma es el déficit”él barre, negándose, él, «poner el polvo debajo de la alfombra». Según él, él solo sería guiado “por sentido de la responsabilidad”. “¿Me hace feliz hacer esta reforma? No «asegura para presentarse mejor como estadista, que tendría como única brújula «interés general». Lo que le cueste. “Si tiene que respaldar la impopularidad hoy, lo respaldaré”, él proclama.

El único pesar que acecha al inquilino del Elíseo reside en el fracaso patente de no haber sabido hacerse entender por los franceses, que se oponen en gran medida al proyecto. «No hemos logrado compartir la obligación, o más exactamente la necesidad, de llevar a cabo esta reforma»él admite.

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