Semiconductores: Estados Unidos levanta el velo de su plan para contrarrestar a China


«Reducir costos, crear empleos, fortalecer las cadenas de suministro y contrarrestar a China». El título de la nota de prensa publicada el martes 9 de agosto en el sitio web de la presidencia de Estados Unidos es suficiente para tomar la medida de la ley sobre semiconductores y ciencia firmada el mismo día en los jardines de la Casa Blanca por el presidente Joe Biden.
Estaba rodeado de varios grandes jefes de la industria, incluido Pat Gelsinger, el gerente general de Intel, el primer fabricante estadounidense de chips electrónicos.

Lanzada por el Senado y apoyada tanto por demócratas como por republicanos, esta Ley de Chips y Ciencia apunta claramente a atacar las posiciones chinas en la producción de componentes, cuyo carácter estratégico ha sido puesto de manifiesto por la escasez provocada por la pandemia de Covid-19. La Embajada de China en Washington también ha dicho que ve en este texto -con pesar- una «recuerda el espíritu de la guerra fría».

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Su firma llega pocos días después del viaje a Taiwán, el miércoles 3 de agosto, de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi. Al reavivar las tensiones con Pekín, esta visita recordó a Estados Unidos los peligros, para la seguridad nacional, de su dependencia de componentes fabricados en China y, más ampliamente, en el sudeste asiático.

Varias salvaguardas

Según la Asociación Estadounidense de la Industria de Semiconductores (SIA), Estados Unidos representa solo el 12% de la capacidad mundial de producción de chips, tres veces menos que en 1990. En 2020, también según la SIA, de las treinta y nueve nuevas fábricas construidas en del mundo, solo cuatro estaban en suelo estadounidense, frente a diez en China, diez en Taiwán, cinco en Corea del Sur, cinco en Japón, cuatro en Europa y uno en Singapur.

Para revertir el equilibrio de poder, Washington está dispuesto a poner sobre la mesa 52.700 millones de dólares (51.600 millones de euros) en subvenciones, repartidas en diez años, de los que 39.000 millones se destinarán a incentivos a la producción en suelo americano. Dos mil millones se destinarán solo a chips de automoción y defensa. Además, las inversiones industriales o de equipo darán lugar a un crédito fiscal del 25%, por un costo estimado de $24 mil millones.

Para garantizar la eficacia de estas medidas, los legisladores estadounidenses están imponiendo varias restricciones. De ninguna manera eso «beneficiarios» de estas ayudas «están construyendo algunas instalaciones en China y otros países de interés», advierte la Casa Blanca. Rusia e Irán forman parte de ella, con Corea del Norte, especifica el texto de la ley. Los beneficiarios también deben comprometerse a no aumentar la capacidad de producción de sus fábricas chinas de chips de alto rendimiento durante diez años.

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