Timisoara celebra a Brancusi, hijo nativo y precursor de la escultura moderna


Tras el éxito de la exposición de Victor Brauner en primavera (26.000 visitantes), Timisoara (Rumanía) cierra, en enero de 2024, las festividades relacionadas con el sello Capital Europea de la Cultura 2023 con otro orgullo nacional, Constantin Brancusi (1876-1957). “Un momento histórico, que será recordado”se alegra Alin Nica, presidente del departamento de Timis (del que Timisoara es la capital), durante la inauguración, el 28 de septiembre, de la exposición “Fuentes rumanas y perspectivas universales” en el Museo Nacional de Arte. » Un milagro «da la bienvenida al presidente de la fundación Art Encounters, Ovidiu Sandor, quien sugirió la idea. «Si hubiera sabido lo difícil que sería, tal vez me habría quedado callado».bromea el coleccionista y mecenas, que presta tres obras de Brancusi a la exposición.

La operación es realmente una apuesta descabellada. Los museos rumanos conservan principalmente esculturas académicas de Brancusi, y no aquellas abstractas realizadas tras su instalación en París en 1904. Para convencer a los grandes museos internacionales de que prestaran sus obras más emblemáticas, el palacio barroco tuvo que llevar a cabo una importante renovación, con un coste de 2,5 millones de euros.

El Instituto Francés de Timisoara, dirigido por Tilla Rudel, ha facilitado los intercambios con Francia, segunda patria del artista naturalizado francés en 1952. La comisaria de la exposición, la historiadora del arte Doïna Lemny, explicó sus largos años en la Centro Pompidou, en París, para obtener siete préstamos del museo, incluido uno Musa durmiente de 1910. Ovidiu Sandor, por su parte, utilizó sus habilidades interpersonales con la Tate Modern para el préstamo de tres de las cuatro esculturas del museo de Londres, en particular una espectacular Pez en bronce de 1927. Y cuando faltan las obras, las reemplazan magníficas fotografías de época de las esculturas de Brancusi, proporcionadas por el marchante londinense David Grob.

“La musa durmiente” (1910), de Constantin Brancusi.

La dificultad, sin embargo, no es sólo conseguir obras maestras. La personalidad de Brancusi está envuelta en un misterio tan espeso como los terciopelos negros colgados en las salas del museo nacional. Exponer “el campesino de los Cárpatos” en Timisoara, se codea con el inconsciente rumano y su máquina de fantasía. “Lucho contra todos los autoproclamados brancusólogos que quieren devolver a Brancusi a lo folclórico o religioso, sacarlo del universalismo hacia el nacionalismo”insiste Doïna Lemny.

Lealtad a la herencia

Brancusi, es cierto, nunca negó sus años de formación en Craiova y Bucarest. Si emigra a París, donde converge, a principios del siglo XXmi siglo, en toda la vanguardia europea, el escultor conserva siempre el vínculo con sus compatriotas, quienes, a cambio, nunca dejarán de mostrarle su admiración.

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