una crisis política que revela la división democrática francesa


DEn tiempos difíciles, elhomo político rastrea los resurgimientos de un pasado tumultuoso. Como si Francia pudiera, una vez más, encontrarse al borde de lo desconocido. Desde hace unos días se queman efigies o retratos de Emmanuel Macron. La plaza de la Concordia, en París, lugar de ejecución de Luis XVI pero también de reunión de ligas de extrema derecha el 6 de febrero de 1934, fue invadida por manifestantes contra la reforma de las pensiones. “Luis XVI, Luis XVI, lo decapitaron; Macron, Macron, podemos empezar de nuevo”cantaban unos manifestantes alrededor de una fogata.

Como es costumbre, las imágenes están dando vueltas en las redes sociales. Como suele ocurrir, los medios extranjeros creen advertir los signos de una revuelta en gestación. “Me trae malos recuerdos”, lanzó el Ministro del Interior, Gérald Darmanin, el viernes 17 de marzo en RTL. Su entorno asegura que evocó la década de 1930, más que la Revolución Francesa o los excesos de los «chalecos amarillos».

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En la Asamblea Nacional, el lunes 20 de marzo, la Primera Ministra, Elisabeth Borne, advirtió, nuevamente con palabras que recordaron las tormentas. «En el corazón mismo del Parlamento, hemos visto el antiparlamentarismo en acción en todas sus facetas»lanzó antes de dejarse llevar contra «violencia verbal que nunca se aleja de la violencia física». Unos minutos antes, Mathilde Panot, presidenta del grupo La France insoumise (LFI), había comparado a Emmanuel Macron con el sanguinario emperador romano Calígula…

“Un malestar mucho más profundo”

Un Presidente de la República aislado, un Primer Ministro debilitado, una Asamblea Nacional potenciada, la calle presa de convulsiones… La reforma de las pensiones y el uso por parte del Gobierno del 49,3, una herramienta ciertamente constitucional pero experimentada como autoritaria, han desencadenado una crisis intensa. políticos y sociales. Una crisis que revive las heridas francesas descritas a lo largo de las investigaciones: la desconfianza frente al poder, la desconexión entre los votantes y los funcionarios electos, la sensación de una brutalidad que viene desde arriba…

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¿Estamos ante una gran crisis política o, más grave aún, una crisis institucional? “Estamos ante una crisis de régimen, porque es el principio mismo de la representación del pueblo por cargos electos, el heredado de 1789 y sobre el que se asientan nuestras instituciones, el que se pone en entredicho. La idea misma de votar se está agotando, ya no es suficiente para crear un vínculo duraderoanaliza Dominique Rousseau, profesor de derecho público en la Universidad de Paris-I-Panthéon-Sorbonne. El 49.3 es la traducción institucional del dicho “No es la calle la que gobierna”, pero desde hace varios años existe un reclamo de la ciudadanía para que se involucre más. Crea algo que va más allá de una crisis política. »

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