El impactante regreso a los orígenes de los bebés robados a la dictadura argentina


Al dirigirse a Carlos Solsona, Marcela lo llama cariñosamente «viejo» (viejo) o «capellán» (papá). Nunca » padre «. Demasiado tarde: el que ella nombró murió hace muchos años en Argentina. A diferencia de Carlos, él no era su padre biológico, sino quien la crió, a quien ella destinaba sus palabras de niña. Incluso hoy, sabiendo que él era culpable de una adopción perfectamente ilegal, por no decir criminal, esta mujer de 45 años continúa diciendo que lo ama y llamándolo » padre «.

Toda la tragedia de unos 500 bebés robados a la dictadura argentina (1976-1983) radica en esta confusión de sentimientos. Sus padres, a menudo muy jóvenes, eran opositores al régimen. Detenidos, encarcelados, torturados, fueron asesinados por los militares y muchos nunca fueron encontrados.

Al arrojar a sus prisioneros al océano desde la puerta de un avión, los verdugos practicaban comúnmente un modo de ejecución, los «vuelos de la muerte»., que dejó apenas cadáveres – o mucho más tarde, a orillas del Río de la Plata. En siete años, se les acusa de haber eliminado al menos a 30.000 personas.

Entre estas víctimas, algunas mujeres estaban embarazadas cuando llegaron a su lugar de detención. En la mayoría de los casos, sus torturadores las mantuvieron con vida hasta que dieron a luz. Luego, los bebés eran confiados a los propios asesinos, a familiares del régimen, o incluso a parejas dispuestas a hacer la vista gorda ante la ilegalidad del proceso. “Los soldados afirmaron poder “salvar” a estos niños, explica el historiador argentino Fabricio Laino. Apartarlos de un entorno en el que habrían sido criados de una manera considerada subversiva. »

Para gran parte de los militares y de la jerarquía católica conservadora, estos “rescates” tenían una dimensión religiosa. Para otros, la operación formaba sobre todo parte de una lucha frenética contra los ideales de izquierda, que reivindicaban muchos opositores.

Carlos Alberto Solsona y su hija Marcela, en Valencia (España), 12 de octubre de 2021.

Algunos de estos niños sufrieron abusos, pero otros vivieron una existencia “normal” a la sombra de este terrible secreto. Es el caso de Marcela, que cuenta su viaje en una vertiginosa mezcla de risas y lágrimas. Cálida, directa, esta mujer de largo cabello castaño vive con su esposo y sus dos hijas en los suburbios de Valencia, España. El día que la conocemos, está con Carlos, su padre biológico, que vino de Uruguay, donde vive desde los años 80.

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