Killers Of The Flower Moon avanza uno de los temas de toda la carrera de Martin Scorsese


Las películas de Scorsese posteriores a «Buenos amigos» se centran más en cómo se entrelazan la criminalidad y los negocios legítimos. «El irlandés» trata sobre la infiltración de la mafia en los sindicatos, que eran uno de los pocos caminos honestos para que el trabajador saliera adelante. «Casino» utiliza varios de los mismos actores y equipo que «Goodfellas», pero viaja en avión por todo el país, desde Nueva York hasta Las Vegas, donde la mafia se apodera (lo adivinaste) de los casinos para lavar dinero.

El montaje final de la película presenta a Ace Rothstein (De Niro) lamentando el estado actual de Las Vegas, donde «las grandes corporaciones» dirigen la ciudad y estafan a los ciudadanos promedio. La América corporativa como gangsterismo legalizado se traslada a «El lobo de Wall Street» de Scorsese de 2013, sobre el ex corredor de bolsa y delincuente financiero convicto Jordan Belfort (interpretado por DiCaprio). La firma de corretaje de Belfort, Stratton Oakmont, funciona como una orgía en curso, donde los fondos se obtienen mediante fraude.

Hay una escena en la que Jordan llama en frío y consigue una inversión de 10.000 dólares en una acción mala; Entre su discurso de venta profesional, los otros corredores se ríen a carcajadas y Jordan apaga el teléfono, burlándose de su cliente como un blanco fácil. Jordán hace ser derrotado al final… más o menos. Pasa su encarcelamiento de mínima seguridad jugando tenis como si nunca hubiera salido de su club de campo, y una vez que sale, se renombra como un orador motivacional para el evangelio de la codicia. El agente del FBI Patrick Denham (Kyle Chandler), que investigó a Belfort, no recibe recompensa y viaja en metro a casa. Denham no es Melvin Purvis trayendo a John Dillinger; él es sólo uno de los «idiotas» a quienes Henry Hill arremetió.

DiCaprio describió el mundo de Belfort como «intoxicante», una palabra con un doble significado: algo que te atrae, pero que te envenena al mismo tiempo. Si no se presta mucha atención, es fácil ver el final de «El lobo de Wall Street» como un triunfo, no como una tragedia.



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