“Me siento muy triste, siento que mi abuela está muerta”; los británicos muestran su cariño a la Reina


Isabel II, viajes simbólicos

A pesar de su deber de reserva, el peso simbólico de Isabel II, Jefa de Estado, primera representante y garante de la unidad de su reino, se reivindicaba a menudo durante sus viajes oficiales.

  • 1964: rechazado en Quebec

Los viajes de Isabel II a Canadá estuvieron marcados repetidamente por brotes de fiebre separatista en Quebec. En 1964, para su primera visita como Reina de Canadá, una multitud «poco efusivo» lo espera frente a la residencia del teniente gobernador, escribe la Agence France-Presse. «Un grupo de jóvenes, al borde de la acera, aparentemente dan la espalda». Las manifestaciones de grupos separatistas fueron duramente reprimidas durante la «Sábado de la porra». En 1990, cuando el país atravesaba una nueva crisis constitucional ligada a Quebec, la Reina pronunció un encendido discurso ante el Parlamento, escrito por ella y sus estrechos colaboradores, y no por el gobierno canadiense, como dicta la tradición. «Espero desde el fondo de mi corazón que los canadienses se unan y permanezcan juntos en lugar de insistir en las diferencias que solo pueden sembrar nuevas semillas de división».ella dice.

  • 1965: al pie del Muro de Berlín

El 27 de mayo de 1965, más de un millón de berlineses acudieron a animar a la Reina durante su visita de seis horas a la ciudad dividida. “Con su presencia y el entusiasmo que suscitó, Isabel II, a pesar de las reiteradas afirmaciones provenientes del otro lado del muro, confirmó que Berlín Occidental pertenece a la familia occidental”, escribe la Agencia France-Presse. Frente a la muralla, el coche del soberano se detiene durante unos tres minutos. “A diferencia de otros invitados ilustres, Isabel II no abandonó su asiento para subir a la plataforma que permite ver lo que sucede en Berlín Este. Habría sido indigno de la reina”, describe el periodista. Durante su discurso, “Ella no gritó Soy un berlinés como lo hizo John F. Kennedy en 1962 en el mismo lugar. Pero una reina no opera por consignas y la densidad de la multitud a lo largo de un recorrido total de 36 kilómetros, la calidez de los vítores, nada tuvo que envidiar a la memorable visita del presidente Kennedy.continúa la agencia.

  • 1977: en Ulster a pesar del “problema”

En 1977, la Reina celebra el 25mi aniversario de su coronación y desea viajar a Irlanda del Norte, desgarrada durante ocho años por el conflicto entre leales protestantes y separatistas católicos. En los días previos a su llegada, los artefactos incendiarios causaron cientos de miles de libras de daños en Belfast. Para proteger a la reina, acompañada del príncipe Felipe y sus dos hijos menores, se despliega un impresionante dispositivo. Un destructor de misiles acompaña a su yate, el Britania. Más de 32.000 policías y militares se movilizan para la«operación monarca». El 11 de agosto, la Reina acude a la Universidad de Coleraine (80 km al noroeste de Belfast). Poco antes de su llegada, el IRA afirma haber colocado una bomba allí. Isabel II pronuncia una oración ferviente por el restablecimiento de la paz, instando a protestantes y católicos a poner fin a la «violencia sin sentido».

  • 1991: Mandela, invitado sorpresa

En 1991, Nelson Mandela, que acababa de salir de prisión, fue el invitado de la cumbre de la Commonwealth en Harare (Zimbabue). Entonces simple líder de la ANC, en un país aún en plena transición democrática, no tiene rango para asistir al banquete de la reina. Ella decide romper el protocolo e invitarlo. En los días que precedieron a este gesto tan simbólico, Isabel II ya había salido de su reserva felicitándose de que el apartheid fuera “morir en Sudáfrica” A principios de la década de 1980, la Reina había brindado su discreto apoyo al primer ministro canadiense, Brian Mulroney, que estaba haciendo campaña a favor de sanciones económicas contra Sudáfrica, mientras que su homóloga británica, Margaret Thatcher, se oponía a ellas.



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