Saludos para Muti y la Filarmónica de Viena


Uno debe detenerse cuando es más hermoso, pensó Tchaikovsky cuando quiso poner un final sinfónico a su obra en 1893 con la 6ª Sinfonía. Menos de nueve días después del estreno, su vida llegó a su fin a la edad de solo 53 años. La obra en cuatro movimientos, que recibió el sobrenombre de «Patética» gracias a todo tipo de cargas emocionales provocadas por ese hecho, es un réquiem en dos sentidos.

Riccardo Muti, sin embargo, se mantuvo alejado de tales emotividades y envió al “Vienés” en una solemne procesión fúnebre brillando con elegante moderación a través de los dos primeros movimientos. Dejó que un paso un poco más apretado estallara brevemente en el tercer movimiento y concluyó el lento movimiento final con tonos suavemente amortiguados, que arrojó como rosas a la tumba musical de Tchaikovsky.

Concierto de coro excepcional en la mañana
Tras el descanso, el siguiente funeral: «De la cuna a la tumba» de Liszt. También en este poema sinfónico Muti no se dejó seducir por la melancolía, pues reservó el gran patetismo para el final del concierto. Para no sumergir por completo al público en un domingo muerto, se optó al final por el «Prólogo en el cielo» de «Mefistofele» de Arrigo Boito y esta elección hizo que la mañana fuera recordada sobre todo como un destacado concierto coral.

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