La criminalización de la propiedad no autorizada de películas y programas de televisión comenzó mucho antes de la era de las cintas VHS piratas y la piratería en Internet. Como Franklin explicó al Observer, los ex empleados que sacaron estos episodios de la basura ahora tienen 80 años, lo que significa que tienen edad suficiente para recordar cuando el querido comediante y presentador de televisión británico Bob Monkhouse fue arrestado en 1978 y acusado de conspiración para defraudar a las compañías cinematográficas importando ilegalmente copias de películas. Aunque más tarde fue absuelto de los cargos, la policía confiscó su biblioteca de 1.800 películas y la mayor parte nunca fue devuelta.
La colección confiscada de Monkhouse incluía la única copia de la comedia de suspenso británica de 1931 «Ghost Train» y escenas faltantes de «The Cameraman» de Buster Keaton. Ambos fueron destruidos. Es el tipo de pérdida que supone un duro golpe para aquellos apasionados por la preservación de películas: trágica, sin sentido y, lo peor de todo, llevada a cabo bajo la autoridad de la ley.
«Estos coleccionistas eran vistos como criminales, pero ahora podemos ver que en realidad son salvadores», dijo el restaurador de películas Mark Stuckey al Observer. «Una amnistía evitaría que tuvieran miedo de ser procesados».