Diario de campo: Un cazador alado con mirada de caza


<span>Fotografía: Carol J Saunders/Alamy</span>» src=»https://s.yimg.com/ny/api/res/1.2/Z8pqWbX1QcJHEVAXh3nuVg–/YXBwaWQ9aGlnaGxhbmRlcjt3PTk2MDtoPTU3Ng–/https://media.zenfs.com/en/theguardian_763/b50642ac6fd47b2286075aaa2460f335″ data-src=»https://s.yimg.com/ny/api/res/1.2/Z8pqWbX1QcJHEVAXh3nuVg–/YXBwaWQ9aGlnaGxhbmRlcjt3PTk2MDtoPTU3Ng–/https://media.zenfs.com/en/theguardian_763/b50642ac6fd47b2286075aaa2460f335″/></div>
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<p><figcaption class=Fotografía: Carol J Saunders/Alamy

Río abajo, una apariencia temible no es garantía de intrepidez, ya que los grandes picos aquí son los más tímidos de todos. El puñal de la garza no tranquiliza a un pájaro que despega de las praderas de agua en cuanto cree que lo han visto. Y aunque el cormorán tiene un aspecto diabólico, Old Nick también es un bólter. Siempre me llamó la atención la paradoja de que esta ave semiacuática nunca pareció estar a gusto en el agua, un cazador con aspecto de cazado, mientras que en tierra pisa firme, se relaja con los mejores.

Hasta este año, solo había un lugar en el vecindario donde los cormoranes pasaban el rato, un viejo fresno junto al agua que quedó desnudo después de arrojar sus últimas ramitas de hojas hace un par de años. Lo que le falta en el follaje, esta ceniza le da a las aves una vista amplia y abierta. Los cormoranes se posan allí de dos o tres a la vez en poses estatuarias para disparar la brisa posterior al amanecer, a veces levantando sus alas para hacer un friso heráldico viviente.

Un cormorán en el río mismo es un pájaro diferente, tan nervioso que no puede tolerar que un humano suba a la orilla. Sobresaltado, aletea sobre la superficie hasta que batiendo las alas lo levanta para retirarse hacia aguas más tranquilas río abajo.

De vez en cuando, hay una excepción, un cormorán que supera tan desproporcionada ansiedad. Y ahí está, chapoteando en la piscina del molino, sin hacer caso de las personas y sus perros que pasan. Nos da a todos una mirada de soslayo (¿podría hacer otra cosa?) y sigue nadando.

El más mínimo estiramiento de su garganta, y luego su cuello se arquea y desciende. Se ha sumergido una y otra vez desde que estuvo aquí por primera vez a fines del invierno, y la pesca es buena. El agua se derrama por el canal burbujeante de oxígeno, enormes cardúmenes de diminutos peces se mezclan bajo el puente peatonal, y la audacia es recompensada con un pico lleno. No he visto esto aquí antes, así que este puede ser un individuo oportunista.

Va a la deriva hacia el canal más angosto del río y me desconcierta tan cerca de la orilla. Aletear, correr, volar.

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