“Entre Occidente en retirada y el Sur que se afirma, ha llegado el momento de reequilibrar. Va rápido y es brutal”


Ud.Un retiro puede ocultar otro. Dos años después de la salida de los estadounidenses de Afganistán, otra potencia occidental se ve obligada a retirar sus fuerzas militares de un país en el que estaba comprometida. Francia se retira de Níger, donde pensaba encontrar un santuario para sus tropas ya expulsadas de Mali. Poco consuelo, París espera organizar esta retirada de manera «ordenado»a diferencia de la desastrosa evacuación de Kabul en 2021.

Ordenadas o caóticas, y sea cual sea el orden de magnitud, el mensaje de estas retiradas sigue siendo el mismo: el de una retirada de la potencia occidental, que señala el fracaso de sus intervenciones militares en los países del Sur.

La retirada no es sólo militar. En el frente diplomático y político, Occidente –término con el que, desde la Guerra Fría, se designa a las democracias de la Alianza Atlántica (OTAN), Japón y Australia– también se ve obligado a ceder.

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El año 2023 marca una toma de conciencia forzada, esta observación que ya no es posible ignorar: los “grandes actores del Sur” ya no se ajustan a la narrativa de los “grandes actores del Norte”, Estados Unidos y Europa. Su historia entra en competencia directa con la del Norte. Se impone cada vez más como una exigencia de compartir el poder y de una organización diferente del mundo. “Occidente comprende que sus clubes exclusivos ya no pueden resolver todos los problemas del mundo”Juez Happymon Jacob, profesor de la Universidad Jawaharlal-Nehru, Nueva Delhi.

La postura occidental socavada

La tendencia no es nueva, pero la guerra en Ucrania la ha exacerbado. La agresión cometida por Rusia el 24 de febrero de 2022 supuso tal shock para los países occidentales, la violación del orden internacional por parte de una de las potencias encargadas, en el Consejo de Seguridad de la ONU, de hacerlo con tanto respeto, de forma tan deliberada, que cerraron filas. y creyó que su asombro sería compartido. Les llevó algún tiempo aceptar la realidad: no sólo su conmoción no fue universal, sino que su insistencia en poner a Ucrania a la vanguardia de los dramas globales provocó una reacción violenta.

Los países reacios a abrazar la indignación occidental no necesariamente aprueban el comportamiento de Rusia, pero muchos lo vieron como un ejemplo perfecto del doble discurso de las potencias del Norte tan magníficamente indiferentes a las guerras del Sur. Es también el “doble rasero” criticado por Francia en África respecto a la exigencia democrática, un argumento que Rusia explota maravillosamente.

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