Reforma de pensiones, símbolo de un poder necesitado de una narrativa política


Una marea humana se ha extendido sobre París, como sobre las provincias. El martes 31 de enero, casi dos semanas después de la movilización del 19 de enero, el enfado contra la reforma de las pensiones no daba señales de amainar. Más de un millón de franceses – 1,27 millones, según el Ministerio del Interior, más de 2,5 millones según los sindicatos- volvió a salir a las calles para protestar contra el plan del ejecutivo de elevar la edad de jubilación de 62 a 64 años. En París, Nantes, Marsella, en ciudades medianas como en pueblos pequeños, los manifestantes, más numerosos que el 19 de enero, pidieron al gobierno que retrocediera. En vano ? Emmanuel Macron se hace a un lado, permitiéndose solo unas breves apariciones para retocar, de lejos, una narrativa política que parece escaparse de él.

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El día anterior, el Jefe de Estado había recordado, desde los Países Bajos, el aspecto ineludible de una reforma que describe como “indispensable en comparación con Europa”. “Jubilación a los 64 (…)ya no es negociable”, había advertido el domingo en Franceinfo la primera ministra, Elisabeth Borne. Una línea de firmeza transmitida por Gérald Darmanin en una entrevista con parisinosábado 28 de enero, donde el Ministro del Interior ataca la idea «izquierdista» de una empresa “sin trabajo y sin esfuerzo”. Como si hubiera tomado nota de la hostilidad de la opinión pública a la que no logró convencer, el gobierno ya no oculta la dureza de una reforma muy impopular. Un cambio de pie exigido por el Elíseo, después de que Matignon elogiara la » justicia « del proyecto del Borne. “La máquina se atasca. Todo esto deja un sabor de casi”observa el senador centrista de Hauts-de-Seine Hervé Marseille.

Reforma simbólica que pretendía testimoniar la capacidad del Jefe de Estado para transformar un país considerado enquistado, el tema de las pensiones lleva, desde su génesis, el peso de una comunicación conmovedora. Después de haber abandonado el proyecto inicial de una reforma basada en puntos, en 2019, el Jefe de Estado ha mencionado periódicamente esta reforma. » necesario « durante su primer mandato, sin tomar medidas, decidiendo convertirlo en objeto de su campaña presidencial.

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“Tenemos muchos avances que financiar”

En ese momento, el presidente, resistente a cualquier aumento de impuestos, presentó la idea como un golpe de suerte. Esta clásica reforma con fines presupuestarios, al estilo de las llevadas a cabo por sus antecesoras, rompe con su perfil disruptivo. Pero lo convierte en una herramienta al servicio de la gran narrativa de transformación social. Abundan los interrogantes sobre la mecánica y el por qué de una reforma de este tipo, que hasta ahora no tenía urgencia. El desenfoque se instala.

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